El siglo de las luces y la ilustración francesa nos dejó la creencia de que un gobierno basado en el raciocinio colectivo aplicado a la búsqueda del bien común resultaría en un progresivo avance del ser humano. Heredero quizás de estas luces (y de alguna que otra sombra) y sometido a una estricta educación científica, creía firme e ingenuamente que un gobierno elegido democráticamente y arropado por centenas de asesores científicos iba necesariamente a conducirnos por la senda  responsable del desarrollo sostenible. Creía que, indefectiblemente, los gobiernos tenderían a respetar los límites del planeta, que velarían por la felicidad de sus pueblos y la de sus descendientes. Me equivoqué.

Diciembre del 2009 en Copenhague. Estaba convencido de que íbamos a lograr un acuerdo justo, ambicioso y vinculante sobre el cambio climático. Estaba exultante. Habíamos recogido, con nuestra ONG SUSTENTA, 400 firmas de chiclaneros, firmas que llevamos personalmente a la Cumbre del Clima en Copenhague. Allí las unimos a otras de todas partes del planeta hasta formar una lengua de 13 millones de firmas. Como dije en la Asamblea de Klimaforum en Copenhague, “el país de las firmas tiene más habitantes que Dinamarca” ¿Quién podría acallarlas? El IPCC, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático había recibido en el 2007 el premio Nobel por demostrar con total rotundidad la existencia del cambio climático y la urgencia en mitigarlo. Por una vez, razón y corazón estaban del mismo lado, ciencia y conciencia. Los votantes del planeta pedían a sus políticos un acuerdo global sobre cambio climático… y de repente cayó la noche.

Estados Unidos y China, los dos mayores contaminantes del planeta, bloquearon el acuerdo. Del “yes, we can” pasamos al “yes we could, but we didn’t”.  Obama no quiso firmar un acuerdo que luego no fuera aprobado por un congreso dominado por los republicanos. China aprovechó la ocasión para librarse de un acuerdo que limitara su arrolladora expansión económica. De las 20 ciudades más contaminadas del planeta, 16 están en China. Sin embargo siguen cegados por el becerro de oro que les ha hecho asumir lo peor del comunismo y lo peor del capitalismo con tal de conquistar el mundo. Simbolizan la falta de respeto hacia la naturaleza y hacia los derechos sociales que el consentimiento de todos nosotros, consumidores pasivos de sus productos, los está llevando a convertirse en breve en la primera potencia mundial.

Abatido regresé a casa. Dos años más tarde, fruto de la causalidad, descubrí entre unos papeles viejos una carta a los Reyes Magos de mi hija Inmita. Decía que ese año se había portado muy bien pero que esta vez queria un regalo muy especial. Les contaba a sus reales majestades  en ese momento su papi estaba en Copenhague para pedir un acuerdo para proteger a la Tierra. Todo lo que ella deseaba es que se firmara para que todos pudiéramos seguir compartiendo las maravillas de este hermoso planeta. No pude terminar de leer la carta. Pero en ese momento algo todavía más duro se clavó en mi corazón. Comprendí que hasta ese momento yo también estaba pidiendo deseos a los Reyes Magos ¡Yo creía que los Reyes Magos existían! Que el Rey Negro no era Baltasar, sino Obama; que Zapatero era Gaspar y Hu Jintao, Melchor. Y no existen los Reyes Magos. En ese momento comprendí la lección. Los políticos tienen más intereses que los que comparten con sus votantes. Los políticos piensan a corto: su reloj mental se agota con su legislatura. Los políticos tienen secuestrados la soberanía popular con su partitocracia obesa, arrogante y hegemónica. Los políticos hablan, ¡los líderes actúan! Juancho fue metido en la cárcel  sólo por decir a la cara a los políticos esta última verdad. La única decisión ejecutiva que tomaron en Copenhague fue meter a Juancho en la carcel. Pero fue el comienzo del fin, y quizás el nacimiento de una nueva generación: la generación Copenhague, donde muchos activistas de movimientos sociales nos dimos cuenta de que había que dar un paso más.

Hasta este momento había creido que mi papel era exclusivamente el fortalecimiento de la sociedad civil.  Ahora aprendí que es prioritario para la sociedad civil regenerar la democracia. Hay que dar voz a los silenciados, devolver la dignidad a los indignados, devolver la cordura a nuestra relación con los demás y con el medio ambiente. Si queremos devolver la palabra a la ciudadanía, la ética a la política, el respeto a las personas y  los límites del planeta,  tendremos que regenerar la democracia ¡Nunca ha habido otra manera!

Y mucho me temo que tendremos que involucrarnos personalmente en ello, porque … ¡no existen los Reyes Magos!

Acerca de Jesustenta

La vida es demasiado corta como para no enamorarse de ella Presidente de la Asociación Cívica Ambientalista SUSTENTA.

Un comentario »

  1. […] Para saber más de porque lo que paso fue tan importante que define a toda una “Generación Copenhague” lee mi articulo: “Carta a los Reyes Magos” […]

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